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Mundo

Historia real (muy real)

Sucedió esta mañana:

- "¡Me he dejado la cartera dentro!"

Tocándose los bolsillos...

- "¡Coño! ¡Qué también me he dejado las llaves!"

En fin, es lo que tiene tener amigos tontos...

Mendigos

Hoy pensaba hablar sobre un amigo que cuando llega la temporada de invierno se deja de duchar. Y no es porque sea un guarro. Se justifica afirmando que las pelusillas abrigan mucho cuando hace frío. Ya lo dice el refrán: "Ande yo caliente, y ríase la gente". Y no, no soy yo.

Pero al final he optado por hablar sobre mendigos. La razón es que últimamente he visto por la calle algunos carteles muy originales que utilizan para pedir.

"Busco novia millonaria, con la mala leche que tengo seremos muy felices. Un besazo, cariño."

"Soy maricón. ¿Y qué?"

Les debería haber sacado fotos. Empezaré a salir a la calle armado de la cámara para obtener pruebas. Pero lo mejor me pasó el otro día, que había una mujer que tenía un cartel que decía: "Soy ciega". Pasé por delante suyo y me dijo: "Dame algo, guapo." Lo primero que pensé es que estaba engañando a la gente con el cartel, porque me había visto. Pero no, si me hubiera visto de verdad no me habría llamado guapo. Es más, si hubiera visto lo feo que soy ni me habría llamado.

Es lo que tiene ser feo, que sospechas de todo el mundo.

La importancia del peinado

Todos tenemos amigos feos. Pero yo tengo un amigo que es el más feo del mundo. Más feo que un pez. Más feo que mandar a la abuela a comprar droga. Incluso más feo que yo, que ya es decir. Y esa carencia de belleza se ve acentuada por un mal peinado. Muy hortera. Y no porque mi amigo tenga mal gusto. La razón es porque siempre va a la misma peluquería, a la misma peluquera, que le hace el mismo desastre en la cabeza. Y la pobre chica no debe andar muy bien de pulso. Pero claro, tiene unas tetas enormes. Y eso engancha. Es un cebo que mi amigo ha picado.

Él va tan feliz a cortarse el pelo. Se sienta en una silla acolchada, se recuesta levemente y se queda con la mirada fija en el espejo a la espera de ver a sus dos fieles compañeras llegar. Total, no me entretengo más. Lo que pasa a partir de ese momento es que la peluquera coge sus tijeras, cortecito por aquí, cortecito por allá, frote de tetas por aquí, frote de tetas por allá. Y en dos minutos termina con él y le cobra.

Y así sale mi amigo de la peluquería. Caliente, muy caliente. Más feo todavía. Y con ocho euros menos.

Mis primeros pasos en el tortuoso mundo del amor

Recuerdo perfectamente la primera vez que le pedí salir a una chica. Sería con unos 14 o 15 años. En el cine. Estábamos con muchos más amigos, pero ella se sentó a mi lado, en una de las últimas filas de la sala. Se lo dije justo al terminar la película, cuando la sala aún seguía en penumbra. Le susurré dulcemente al oído: "¿Quieres salir conmigo?". Nunca olvidaré su reacción y su forma de mirarme. Se volvió, fijó su mirada sobre mis ojos y me dijo con su maravillosa voz: "Claro que sí, podemos salir por esa puerta en la que pone EXIT". Objetivo cumplido. Conseguí salir con ella. Fueron los minutos más felices de mi vida.

Algo parecido me pasó la primera vez que intenté mantener relaciones sexuales con una chica. Llevábamos un mes saliendo, más o menos, y me invitó a comer a su casa. Yo cociné para ella (siempre se me ha dado muy bien la cocina) y le preparé la mesa y todo. Muy romántico. Cuando terminamos de comer se sentó a mi lado, se acurrucó y me cogió de la mano. Aprovechando ese momento me acerqué a ella, y con mi sonrisa más seductora le dije: "Te quiero mucho*, ¿No crees que deberíamos acostarnos?". Ella se pegó un poco más a mí, y cogiengo mi otra mano me dijo: "Yo también te quiero. Y también necesito una siesta después de comer. Te puedes echar en el sofá del salón". Esta vez me salió mal. Aunque no hay mal que por bien no venga. Pude descansar un rato. Y nunca más volvimos a vernos.

* Hay ciertas edades en las que no hay sexo sin amor. Aunque todavía, con 24 años, sigo soltando "tequieros" a diestro y siniestro a ver si consigo algo... ;-)